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Note

lunes, 3 de octubre de 2016

Yo sé quién fuiste para mí

Se agotaban penosamente los años treinta en España, cuando nació. Un defecto congénito en su corazón apuntaba su suerte hacia abajo. Así, el alborozo de la primogénita se sublimó en angustia y desesperación. La niña visitó numerosos hospitales. En uno de ellos propusieron operar, pero no aseguraban en absoluto que sobreviviese a la cirugía. Aquello provocó en los padres la horrorosa sospecha de que los médicos simplemente querían hacer prácticas con la criatura. Volvieron al pueblo intentando pensar que todo se trataba de un mal sueño.

El paisaje desolador de un pueblo quemado convertía una nueva desgracia en el colmo de las contradicciones; todo era esperable e inaudito. Su piel de jazmín ganó el pulso a las nieves del primer invierno. Su pelo fino y de oro caía sobre la frágil estructura, dibujando una muñeca que no debía romperse. ¿Cómo iba a ser ese su final? Y no lo fue.

Desde el abismo de su cuerpo quebradizo y a una velocidad desesperada, se desarrolló una psique brutal; mordaz, fría y egoísta. La temía, la maldecía, aquel que nunca jamás recibió lo que de ella quiso; dinero, comprensión y cariño. Y en este real orden, porque no debemos olvidar, que el mundo de los humanos es miserable, y la envidia y la codicia, el origen de nuestro hedor.

Muy lejano al interés de conocer quién fue realmente y por qué// yo la vi morir, a sus ochenta años// sin cilicio ni látigo, sin marcas en su piel de jazmín, y el recuerdo de los mejores abrazos que rugen como un oso en mis días vacíos.

THA

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