elefantes

elefantes
Note

domingo, 27 de octubre de 2019

Found a reason

A veces hemisecciono la vida, y hay tomate y chocolate, esto no es una metáfora, en el fondo odio la poesía; cómo sé que el tomate no ha caducado? Nos hemos vuelto idiotas. La cerveza es lo único que no caduca en mi nevera.

Hemisecciono la vida y tampoco es para tanto... Lo que es imposible es encontrar razones. Sabes que estar aquí es un accidente.

Un bicho intenta entrar a casa por la ventana, me digo: tranquilo, relájate, pero hay cosas que son demasiado para mi.

Recuerda aquel invierno que le decíamos a nuestros papás que íbamos a James Town, pero en realidad conduciamos hasta el Motel Rosa, donde pasábamos días enteros mirándonos al espejo del armario, ése que nos dividía a su antojo y que emitía un triángulo de luz desolador. Todo el mundo sabía que íbamos allí, a nadie le importaba. Recuerda aquél invierno porque ha sido lo más extraño y maravilloso de mi vida.

Recuerda los días tísicos de tomates caducados y neveras vacías, recuerda el dolor verdadero cuando entren pequeños seres por la ventana. Todo es un accidente.
El corcho del vino se rompe; hay cosas que son demasiado para mí.

Tha

domingo, 20 de octubre de 2019

El obediente

Me pides que pare el tiempo
y abro una cerveza por nosotros
Oh, Oh, can you see?

Me pides que te escriba algo
y abro otra lata de cerveza
Has visto?

Siempre hago lo que me pides
se nota que soy feliz.

En el muro de los deseos
no hay más que palabras rotas...
pero si quieres abro otra lata, cariño
sabes que siempre hago lo que me pides.

THA

jueves, 3 de octubre de 2019

LA COLINA MÁS ALTA


Soy los primeros versos de Pale Blue Eyes, pero soy más la Montaña Rusa de Nicanor
Parra, el vagón número 1, al día siguiente soy también el vagón número 1, paso por todas las rectas y curvas, subidas y bajadas; paro en cada estación y a veces no. A las 12:13 atropello al gato de siempre. Aquella roca, ¿la ves?, sé que no… pues me hace descarrilar una y otra vez (heredero de Sísifo, la veo y levanto los brazos para volar más lejos), me rompo, me arreglo y me monto; mientras, sangro por boca y narices sin intentar parar la hemorragia: a pesar de que hago trizas la roca, vuelve a aparecer en el mismo lugar. Me limpio la cara, lanzo piropos: sigo siendo alto; maldigo, insulto: vengo de donde vengo; duermo de un tirón o me despierto a media noche con el corazón en la boca rompiéndome los dientes.

Todos los santos días paro en el puerto marítimo: veo albatros, me rasco el ombligo, la cuerda golpea al mástil y soy feliz. Dejo atrás el puerto y me introduzco en la meseta, viajo a ritmo lento, paralelo a aceras soleadas donde brotan pequeñas hierbas a través de sus grietas: esas hierbas son como yo, como todos los besos que he robado. Las aceras son melancólicas, sí, ¿y qué? Luego cruzo Salta y Jujui, rápido como se derriten los helados de los niños, y me reencuentro con palabras como “serendipia”, con vaga-mundos como tú: sube, el destino ya sabes cuál es: la colina más alta.

Serendipia resuena desde la colina más alta, emitiendo siempre desde la colina más
alta: la colina más alta no es una metáfora.

Mi abuela me llama y me dice que se encuentra mal, le duele la cabeza y cree saber la
razón: ha recibido una visita y ha hablado mucho. Le digo que debe dejar hablar también a los demás y me responde que no puede remediarlo. Mi abuela y sus rocas.

Yo, el vagón número 1 pido perdón por todas las veces que me he equivocado y herido
a algún pasajero querido.

THA