Se proclamó la independencia. Ciutat Vella reventaba de
senyeras y confeti bicolor. En la calle princesa un chaval gritaba rodeado
¡¡Cartagena planeta!! ¡¡Viva Cartagena, cabrones!! Respondía así al cántico "espanyol el que no voti". Se bajó los pantalones y en la confusión, un motorista
subnormal atropellaba a un gato sin inmutarse. Del enjambre surgió un cachorro
blanco, sangrante y huérfano. Pensé en el azar de la muerte repentina, ¿quién
cree que se libra por cada una, de esa suerte? Nadie dirá las palabras que no
han de ser dichas. La muerte amenaza a la vida como la vida sobre lo muerto ya.
Ir y venir, todo es tragedia. Impávido lo cogí y nos fuimos a casa. Lo examiné con sumo cariño. La sutura fue perfecta. Después lo lavé con agua tibia, me tumbé en la cama, lo apoyé en mi pecho, su cabecita
desproporcionada temblaba y se sostenía con dificultad. Miré sus ojos azul
glacial, inversamente cálidos respecto del mundo.
THA
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