“Quién eres tú para decirme que me levante antes de la siesta después de destrozarme la vida; aunque seas de mi sangre. La verdad es que me siento enfermo. Dices que tú tampoco duermes bien estos días pero yo no duermo bien nunca, por tu culpa. ¿Cómo puedes decir que tampoco duermes bien estos días? Mírame, estoy gordo y tengo la piel llena de manchas”
“Yo he hecho todo lo que estaba en mis manos, si las cosas no han ido bien es porque debían ir mal. Para mí no hay otra realidad que la mía, sé que estas cosas ya no se llevan, me refiero a lo auténtico: yo soy auténtico, tengo mis convicciones, he cultivado mi perspectiva, soy libre, punto seguido. No le tengo miedo a la muerte porque aquí ya lo he hecho todo, es más, que venga y me sirva el último chupito... ¡AH! Y no pienso hacerme esa mierda de resonancia magnética”.
Usted debería ser mi espejo, mi ejemplo, y no es más que la más maravillosa flor marchita, pero una maravillosa flor, he de reconocérselo: como usted no hay dos. A veces me siento culpable y lloro con usted; otras la odio y tiene la culpa de todo. Usted lo es todo, de un extremo a otro, maravillosamente todo.
Te tuteo aunque para algunos seas algo sagrado. De ti siempre
había alardeado, pero ya veo que tú, yo y aquél, solo somos polvo en el viento
como dice la canción. Si quizá apareciese el momento de morir por ti, o que
necesitara tus brazos aunque fuese un instante… Todo sería más liso, liviano y
creíble. Oh, qué incrédulo. Aún así, hay que joderse, te debo tanto… menos mal
que hemos perdido la cuenta y la vergüenza.
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Aquí estoy, al borde de un pozo, flotando de la forma más peculiar, despellejando mi pasado y presente, arrojando las pieles al agujero; las pieles no chocan contra el fondo pues la brisa las saca volando hacia el cielo. Ya lo decía Woody Allen en Annie Hall, ¿para qué si el universo se expande?
Es horrible pero la practicidad se ha extendido en mi vida como un cáncer. Ya no me quedo noches enteras intentando escribir "algo bueno", ni bebiendo vino por ahí solo, ya no idealizo chicas que nunca me han querido, ni voy al supermercado y vuelvo con polos drácula y macarrones. He vuelto a mi ciudad, he comprado un piso, he comenzado otro trabajo en el que disfruto y me acuesto temprano para levantarme fresco. Dicho así tampoco parece una catástrofe, es como si Neil Young hubiese grabado Harvest 2 después de Harvest. Voy al monte de vez en cuando y pienso en un millón de asuntos. Sobre todo me asaltan nombres de personas, uno tras otro, y analizo qué me pasa con ellas, por qué he llegado a ese punto, y reconozco todos mis errores… pero uno sube al monte a no pensar, eso es lo que dicen. Pienso también en negocios: en mi mente me he forrado varias veces… El mundo se expande y yo leo historia de Sudáfrica y a John Fante. Está bien, no soy tan auténtico y duro como el tipo de arriba, leo a gente que ha pensado mucho acerca de algo e intento nutrirme de su punto de vista, no tengo tiempo para pensar en una teoría y desarrollarla, crear una realidad genuina. Espero que mi inclinación por Nietzche y Chet Baker no sea una sugestión estatal comunista. ¿Puede ser que el Estado me lo haya emplatado a modo de algoritmo diabólico?
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