Doy voz a los que sienten que tiran sus días a la basura, a aquellos cuya monotonía espesa redondea cualquier saliente.
Hoy es San Joaquín y Santa Ana, también el día de los abuelos
según dice mi abuela, ya que Joaquín y Ana eran los padres de la virgen María;
lo cantaba también Camarón: “San Joaquín
y Santa Ana eran los dos canasteros, abuelos del niño Dios
que era gitanito y de
los buenos”.
Media mañana ha transcurrido pinchando pacientes en el
servicio de radiología, mirando “el pellizco” al microscopio, e identificando
en casi todos ellos cáncer o metástasis. Luego he informado algunos abortos,
biopsias de endometrio y piezas de mastectomía por cáncer de mama. Un caso fatal
el de mi compañera que ha recibido un estómago con una rotura de 7 cm de largo:
una paciente bulímica ha comido hasta reventar… Posteriormente se estudia,
casi por curiosidad, un pequeño trozo del contenido gástrico: al microscopio da
la impresión de ser carne, pollo probablemente, tiene mucho músculo y
cartílago, incluso piel. A través de los oculares puedes imaginar la lamentable
escena previa a la visita a urgencias. Pienso
que la mujer morirá probablemente, pienso que su familia ocultará en el pueblo
la causa de la muerte...
Salgo a las 15 horas del trabajo y me dirijo a casa de mi
madre para comer estofado de ternera, nada mejor para combatir el gélido día de los abuelos. Mi tío Jesús está
pintando la casa; a pleno sol ha pasado toda la mañana recibiendo órdenes de su
hermana mayor Agustina, la-madre-que-me-parió. Él pensaba que iba a pintar una
pared, pero ha caído en una trampa que yo conozco muy bien. Me reconozco en la
mueca de mi tío cuando Tina le dice que pinte también por debajo de la teja… Es
un gesto de dolor, indignación y morbo por conocer el límite del cuerpo de uno,
y de la perversión del otro.
-Va a darle algo, mamá _le digo.
-Bueno, bueno _dice mi madre_¡JESÚS! Venga baja que te va a
dar algo.
-¿¡Qué me va a dar!? _Le pregunta mi tío.
-¡Un golpe de calor! _responde mi madre.
-¡Un golpe de calor en mis cojones! _Continua mi tío...
Mi madre se ríe ante la respuesta y me dice “en realidad lo
que se empieza hay que terminarlo, cuanto antes mejor, que si no el ser humano
no avanza”. Mi madre piensa como Mike Tyson o Usain Bolt.
Después del rato en casa, mi día insulso continúa. Voy a una
gasolinera y lleno el depósito: 89 euros. Llega una señora de unos 50 años al
volante de un todo-terreno mientras estoy pagando, se asoma por la ventana y
espeta “10 euros de gasoil”. Le digo
a la gasolinera introduciendo mi pin en el datáfono que “se va a hinchar”, me río
solo.
Quiero comprar un coche y me dirijo a “la Toyota” a conducir por primera vez un automático,
pero antes paro a tomar un café con hielo. En la barra del bar hay un tipo
sucio con la vestimenta de Repsol, tiene el brazo lleno de tatuajes, no para de
mover nerviosamente la pierna derecha mientras bebe un cubata que podría ser
“Ballantine´s-Seven up”; alguna vez he tomado eso de fiesta, ahora me parece
una bebercio de algodón de azúcar infumable. Tres tipos de mi edad
aproximadamente, pero peor conservados, se acercan a la camarera a preguntarle
por el nombre, se ríen, le dicen algo y esta les pide el DNI para que puedan
entrar a la sala de juego; se les nota una alegría contenida, como si fueran a
perpetrar un acto prohibido y nada les fuera a detener. El más flaco se queda
mirando fijamente a la camarera, como si con los huesos de su cara fuera a
hipnotizarla, pero esta se gira hacia otros clientes y los mindundis se internan
por fin en la sala jackpot. La verdad es que en el bar no pasa absolutamente
nada, nada de nada.
En el concesionario me atiende Pedro, un hombre con unos ojos
que si yo los tuviera no tendría que ser simpático. Subimos en su C-HR y vamos
a dar una vuelta por el polígono: me enseña las nociones básicas en un
aparcamiento vacío y salimos a la autovía. Mientras conduzco me acuerdo del
padre de Manolo Tousidonis; no recuerdo qué coche conducía al recogernos del
aeropuerto de Jerez, allá por el 2007, cuando le aseguré que aquel era un buen
coche, que iba suave. Me corrigió y no era para menos, yo no tenía ni carnet…
Me dijo que no era el coche, que era el conductor. Entonces vi cómo reducía,
frenaba, aceleraba y todo eso. Cambiar de marcha sin que el copiloto lo note e
ir a una velocidad media-alta es algo que debería proponerse todo conductor,
algo que desaparecía con la conducción automática…Todos estos años intentando
conducir como el señor Tousidonis arrojados a la basura.
La verdad es que Pedro hace bien su trabajo, le agradezco el tiempo invertido y
salgo hacia una tienda donde tengo un pedido de dos hamacas y una sombrilla que
no llega. Después de esperar dos personas que tenía delante, me confirman que todo
estará la semana que viene, como ya me dijeron la semana pasada.
Voy con el tiempo justo, he quedado con mi abuela y mi madre
en que las recogía para ir a la Jijonenca a llenar el buche de helados. Se
añade a la aventura la cuidadora de mi abuela, Mirna y mi hermano Samuel. La
verdad es que estaban riquísimos los helados, el que más nos gustó fue el
tropical. Después de tratar temas triviales, estuvimos recordando al abuelo
Modesto, le echamos mucho en falta. Recordamos cómo en Navidad brindaba por mí
delante del resto de nietos e hijos, algo que al principio me avergonzaba pero
que con los años logré disfrutar, por su afecto primero y por las caras que
ponían algunos después… Ahora mismo no me perdonaría no haber saboreado esos
momentos, esto lo digo en alto y mi madre se hincha y regocija; eso está bien,
pienso. Enorgullecerse de la familia es algo grande, aunque el motivo sea una
mera anécdota. A la hora de pagar mi madre se adelanta con un comentario: “Paga
David, porque él tiene mucha suerte”. Me hace gracia la frase, da igual si
tiene mucho sentido, lo que dice Mike Tyson va a misa.
FIN
Emotivo, trivial, anecdótico, gracioso, genial.
ResponderEliminarEra yo
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario Mr Wolf! Saludos desde la colina más alta.
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