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Note

jueves, 11 de abril de 2019

Diario de un extraterrestre. Día 44.001. Misión Fallida.

Fuimos al monte y según mi compañero; atravesamos las plumas del pájaro dorado, caminamos a lomos de mamuts bajo la cama de nubes, descubrimos la orilla secreta que custodiaba el soldado de mármol, y el tesoro. Yo desconocía la ruta y me sorprendió. Era de noche cuando mi compañero miró a las estrellas y declaró que nada le haría más feliz que viajar al espacio, verlo todo desde allí arriba.

Pensé que era un buen momento para cumplir una misión pendiente. Llevar al otro confín del mundo a un terrícola. Así lo hice aunque luego me arrepintiera gravemente.

Asumiendo el riesgo de quedar atrapados por siempre, fuimos a buscar la nave a la playa donde siempre sucede lo mismo: el viento peina violento las ramas de las palmeras, el color azul del cielo se difumina con las nubes y la ola de un metro nunca llega a romper. Por allí caminan siempre los mismos: lloran unos y son los otros los que hacen el amor en la arena.

Subimos al Argo con destino a la 31415, o como la llamaran los humanos siglos más tarde, la Blue Rock Station, donde el Capitán Borges mejora en bucle los versos más hermosos de la historia. El espectáculo era descomunal, a mi compañero se le olvidaba respirar de cuando en vez: las rocas azules estallaban y de su interior nacía a cañonazos la suerte del futuro y del pasado, en forma de ángulos, de líneas curva y horizontes amarillos plegados sobre sí… Escuchó voces, alaridos, silencio, vio a Neil Young buscando un corazón de oro…
Entre los vórtices adivinó su muerte, vio en qué se convertía después… El nudo se hizo fuerte en su garganta cuando un rayo de luz atravesó su pecho, haciéndole comprender cosas que hoy todavía desconozco y jamás sabré.

THA

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